Cuando todos pensábamos que la polémica ya estaba olvidada, descubrimos de pronto en la prensa que la amenaza resurge de sus propias cenizas cual Ave Fénix: convertir el cine Ideal, templo del séptimo arte en Alicante, con permiso del cine Monumental, en un aparcamiento de coches. Cuando alguien como Pablo Rosser, arqueólogo director del Cophiam, organismo municipal creado para la protección del patrimonio, ya declaró en su día que «no tengo claro su incidencia en la zona de la avenida de la Constitución, que es de lo poco que nos queda original en la ciudad», los alicantinos tan sólo podemos asentir y hacer caso a los que de verdad entienden de esto. Para la Asociación Cultural Alicante Vivo, levantar un aparcamiento en el interior de uno de los edificios más bellos y emblemáticos de nuestra ciudad es, con todos nuestros respetos, como montar un club de alterne dentro de una iglesia. Podrá ser un puticlub con cuero de primera calidad, barra americana y con las señoritas más hermosas de Europa?, pero seguirá siendo una vulgaridad. Donde antes hubo taquillas y butacas, ahora habrá cajas de pago y coches. Donde antes había suelo enmoquetado y olor a palomitas, ahora habrá hormigón y manchas de fuel. Donde antaño se escuchaban famosas piezas musicales del cine americano, ahora se oirán bocinas y gritos. Nos guste o no, el rugido del león de la Metro será sustituido por el bramido de los motores; y las largas colas ya no serán de personas ansiosas por presenciar el estreno de una gran cinta, sino de coches a la caza y captura de una plaza de aparcamiento. Ya tuvimos que tragar con el horrendo pastel del Edificio Bergé, la salvajada del Gobierno Militar, el derribo de la Isleta (con aquella foto que pasó a la posteridad y que no queremos acordarnos), la Aduaneta y sus sillares que se vendían al peso, la alambrada de gallinero de la Explanada y la mutilación de las estatuas de Canalejas. Para colmo, dentro de poco continuará esta nefasta historia con la construcción de «la macro» en la Rambla. Los alicantinos seguimos permitiendo, con la cabeza debajo del ala, que nos la metan doblada; tanto unos, como otros. En esto, no hay distinción política que valga. Quizá lo mejor sea permanecer callados. Al fin y al cabo, es lo que mejor sabemos hacer los alicantinos. Quien sabe si al hablar, nos convierten el cine Ideal en un autocine. Y si no ya lo verán. Tiempo al tiempo.
Alfredo Campello Quereda y Juan José Amores Liza
Miembros de la Asociación Cultural Alicante Vivo
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