Y caigo, válgame, a tus pies rendido.
¡Qué fácil resulta escribir como Ángeles siendo Ángeles Cáceres!. Releches.
Que lo mismo nos traes de la mano a Gastón que al Diógenes que sustituyó la linterna por el brick del tío de la bota y con él las más profundas de las historias de la humanidad.
Que lo mismo se me desliza el zumo de mis penas oyéndote hablar de Josefina Manresa como me río a carcajadas leyéndote con tus gatos y tus campos, y tus paseos de mercado y tu saludo a no sabes quién es y te imagino , entonces, vestida de la Penélope de Adrián López.
Menuda pareja, la Cáceres y el Adrián; hubiera pagado lo indecible por espiaros por un agujerito en una de vuestras tardes de charraeta y licor y tomar notas para una enciclopedia básica de alicantinismo y socarronería.
Si existen los ángeles, espero que sean como la Cáceres, con sus ostias , sus cigarritos y ese amor a manantiales. Y si no , que me devuelvan al remitente.
A tu edad y a la mía , sepa usted, señora, que tiene un admirador ya no tan secreto.
Va por usted, oiga.