martes, 20 de mayo de 2008

Carta de un don nadie a Ángeles Cáceres

Querida Ángeles Cáceres:
Te leo y te releo.

Y caigo, válgame, a tus pies rendido.

¡Qué fácil resulta escribir como Ángeles siendo Ángeles Cáceres!. Releches.

Que lo mismo nos traes de la mano a Gastón que al Diógenes que sustituyó la linterna por el brick del tío de la bota y con él las más profundas de las historias de la humanidad.


Que lo mismo se me desliza el zumo de mis penas oyéndote hablar de Josefina Manresa como me río a carcajadas leyéndote con tus gatos y tus campos, y tus paseos de mercado y tu saludo a no sabes quién es y te imagino , entonces, vestida de la Penélope de Adrián López.

Menuda pareja, la Cáceres y el Adrián; hubiera pagado lo indecible por espiaros por un agujerito en una de vuestras tardes de charraeta y licor y tomar notas para una enciclopedia básica de alicantinismo y socarronería.

Si existen los ángeles, espero que sean como la Cáceres, con sus ostias , sus cigarritos y ese amor a manantiales. Y si no , que me devuelvan al remitente.

A tu edad y a la mía , sepa usted, señora, que tiene un admirador ya no tan secreto.

Va por usted, oiga.

martes, 13 de mayo de 2008

Siempre nos quedará Alicante

En una de esas esporádicas visitas que el aforado alcalde alicantino hace a su despacho del Ayuntamiento desde la cumbre valenciana del consell, y desde el púlpito que le da la experiencia nos avisa de que el fin del mundo está cerca.

Dice que Etelvina huye de Alicante porque el cargo le venía grande y a mi me suena esto a “Duelo en Ok Corral”, esta ciudad es demasiado pequeña para los dos, así que larguémonos ambos.
Ahí se quedan Sonia Castedo y Roque que se llevan bien.

Un par de días después y como vaticinó el agorero, el mundo se acaba. Zaplana deja la política por la puerta más grande, la que da al camino de las baldosas amarillas y que lleva, directamente al castillo de la Telefónica y los dos millones de euros al año.

Telefónica, dicen, es el INEM de los más ricos.

Y me viene a la memoria Remedios Amaya cantando descalza aquello de ¿Quién maneja mi barca?, y es que cuando la barca se hunde los primeros no son las mujeres y los niños , sino los roedores del papel moneda y los expertos escaladores.

Ojo.

Que el huido llama huidora a la que huye mientras que el mejor huido de todos se larga con la banca; impar y pasa.

Yo, por si sirve de algo me daré de baja del teléfono, éste ya ha ganado bastante con mi dinero.
En cualquier caso, siempre nos quedará Alicante.