A la sombra de dos palmeras encorvadas como para iniciar una zambullida en la orilla había atado la hamaca aquel sábado. El calor en el interior de la casa asfixiaba hasta la propia luz del día y por la noche , a fuego residual, las sábanas se tatuaban a la piel mojada. Era cierto lo que aquel desconocido le había dicho sobre este lugar. Nadie te buscará aquí huyas de lo que huyas.
miércoles, 22 de abril de 2009
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