La estrategia es bien clara. Sobre el tablero del Monopoly alicantino se alzan edificios «viejos» sobre suelo de precio considerable. Pues ahí va la estrategia. Se deja al edificio en estado de abandono, al menos durante un par de años, a fuego lento. Luego se le va observando con paciencia hasta que el propio paso del tiempo desgaje y muerda sin piedad sus muros. Más tarde vienen como invitados los derrumbes accidentales, los bomberos que inspeccionan que ciertamente hay derrumbe y la policía local que acordona la zona. La fase de acoso y derribo ya está cumplida. Ahora llegan los peones técnicos del Ayuntamiento a declarar el edificio en ruinas y aconsejar que es mejor tirarlo que restaurarlo principalmente por su coste y ¡voilà! , terreno para construir pisos de lujo. Tenemos una ciudad que es un Monopoly para unos cuantos que imagino jugando emocionados al dichoso juego a la fresca de su chalet. Los de siempre, vaya.
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