lunes, 2 de marzo de 2009

Crónica cierta de un encuentro contada por él mismo

A las horas de las vespras, junto al portón del castillo, el puente elevado en seña de precaución por las batidas de los sarracenos.
-¡Alto!, ¿Quién vive?, ¡Santo y seña!
-Daniel, bueno y mártir, de las tierras bajas del Levante. Vive Dios
-¿Sois vos ese del que tanto hablan las crónicas?
-El mesmo
-¡Bajad el puente!. Preparad las fanfarrias, la guardia en orden de revista, helo aquí, es él, El Esperado
Con estruendo de cadenas y madera en resquebrajamiento baja el puente abriendo el paso al caballero y su montura.
-Descabalgad mi señor y sed bienvenido a este mi castiello. Reposad vuestros huesos y alimentar vuestra hambre en mi salón que ya os aguarda.
-Sois , querido Vizconde de las tierras del Tajo, todo un caballero de la orden. Vuestra fama llega lejos de ahí que aquí me halle.
El salón de armas está presidido por una gran chimenea en la que rueda un ciervo asado.
Una gran mesa en forma de "u" abarrotada de cortesanos y amigos celebran la llegada a las tierras de vizcondado de tan legendario caballero. La noticia corre por las calles y rincones del vulgo que se arremolina para ver de cerca al héroe.
Con un golpe seco sobre la madera de la mesa el vizconde de las tierras del Tajo, solicita silencio y la marcha de los saltimbanquis y enanos que amenizaban con sus gracias la cena.
-Queridos amigos, en numerosas ocasiones hemos oído en este mesmo salón a los juglares de muchas tierras contar y cantar la hazaña del hombre , ¡que digo hombre!, del héroe que hoy , por una de esas bondades del Todopoderoso, se sienta a nuestra mesa. Sabed y difundir doquiera que andéis a partir de hoy que me declaro fiel siervo de aqueste caballero, y que mi descendencia en recuerdo de este día llevaran por siempre y como segundo su apellido, si tal honor os place, señor.
-Más que placerme me enorgullece, querido amigo. Tenéis por tanto mi beneplácito.
-Dicho queda pues. Y ahora, , querido amigo, si no fuera mucha la molesteia, contadnos...¿Cómo fue el hecho?
-No es hecho que se narre en breves palabras, es mas, no hay palabras ni diccionarios suficientes capaces de describir aquello que ocurrió y que, de no ser por las señales vitales que me dejara, en ocasiones juraría que todo fue un sueño.
-¿Tan grandioso fue , señor?
-Mucho más si cabe, creedme. ¿Conocéis acaso alguno de vosotros el mar de Eritrea?. En ese mar no hay olas ni marejadas, y el sol en su reflejo se torna de color jade intenso. Dicen algunos que es el lugar donde los paganos dioses griegos sosegaban sus penas y recobraban el ánimo y las alegrías. Pues así son sus ojos.
Los cortesanos y amigos guardan un silencio de admiración alterado sólo por el arrítmico crepitar de las maderas en la lumbre.
- Pero..seguid, querido amigo, seguid, por el Altísimo que nos tenéis absortos.
-Luego de admirarlos sin apenas poder pronunciar palabra me fijé en sus labios y no vi labios sino campos de rosas como las que los galos cuidan en las riberas sureñas de sus tierras. Extensiones y extensiones infinitas de un rosado tercipelo que nada envidia al atardecer en las tierras vírgenes de Alejandría. Pero mientras que las rosas y los atardeceres quedan quietos , sus labios sonríen , convirtiendo todo en un estallido de vida como nunca antes habían visto mis ojos. Y si su sonrisa es vida, su risa fue, creedme, el sentido de todas las cosas creibles e increíbles. El secreto buscado por alquimistas y magos durante siglos.
El héroe como recordando el hecho caía sin querer en la tristeza de su ausencia, no tuvo más que detener su discurso con la mirada extraviada.
-Por Dios, querido amigo, continuad, continuad
-Cuando uno creía haber alcanzado la perfección y la felicidad más absoluta anto lo que allí contemplaba, la vida que es sabía más que cualquier mente , hizo aún más perfecto lo perfectoy ella se acercó hacia mi yelmo, rozó su rostro con el mío y como si los segundos se estiraran en extensiones infinitas acercó sus labios a los míos y me besó como imagino que besan las diosas. La misma vida la envidia y aún hoy no sé porqué yo, un humilde caballero, mereció tal distinción.

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