Cuando incluso las cosas o las situaciones parece que se ríen de uno mismo; cuando la vida misma se gira para verte pasar y hace un ademán burlesco de tus andares; cuando todo ello pasa y uno es consciente de que la mofa es generalizada sólo cabe una posibilidad de salvación.
Al menos es lo que a mi me ocurre. A mi me salva Georgie Dann.
Hace ya unos años y en una tienda de postín de corte anglosajón descubrí como si me iluminara la esperanza un doble cd de grandes éxitos. No me importó el precio , no me importó mostrarlo a la dependienta, pero en cuanto salí de allí lo desprecinté no sin problemas y lo coloqué en el reproductor del coche.
Le dí volumen. Bastante.
Cuando me fui consciente de mis actos andaba yo a velocidad moderada removiendo mis posaderas sobre el asiento y aún circundado por el de seguridad mi cuerpo respondía casi de manera involuntaria al meneo de la sintonía mientras a través del cristal la gente me miraba como lo hacía Clarice a Hanibal Lecter y entonces me dí cuenta, perfectamente, de que los trastornados, los realmente perdidos, los deambulantes eran los otros.
Y entonces descubrí que no estaba sólo. En el coche de al lado una joven bailaba y hacía aspavientos al son de los Mojinos escozíos. Cada uno en su estilo, pensé.
Y así, positivamente y con la barbacoa encendida llegué a casa con el corazón henchido y lleno de felicidad. La felicidad que dá inhibirse de todo y ser, de nuevo, un chaval.
Hay que multiplicar por menos uno al pensamiento negativo, sea como fuere. Yo lo hago así. Búscate tu el método y el momento, al cabo de un tiempo agradecerás haber leído esto.
Ja!
Al menos es lo que a mi me ocurre. A mi me salva Georgie Dann.
Hace ya unos años y en una tienda de postín de corte anglosajón descubrí como si me iluminara la esperanza un doble cd de grandes éxitos. No me importó el precio , no me importó mostrarlo a la dependienta, pero en cuanto salí de allí lo desprecinté no sin problemas y lo coloqué en el reproductor del coche.
Le dí volumen. Bastante.
Cuando me fui consciente de mis actos andaba yo a velocidad moderada removiendo mis posaderas sobre el asiento y aún circundado por el de seguridad mi cuerpo respondía casi de manera involuntaria al meneo de la sintonía mientras a través del cristal la gente me miraba como lo hacía Clarice a Hanibal Lecter y entonces me dí cuenta, perfectamente, de que los trastornados, los realmente perdidos, los deambulantes eran los otros.
Y entonces descubrí que no estaba sólo. En el coche de al lado una joven bailaba y hacía aspavientos al son de los Mojinos escozíos. Cada uno en su estilo, pensé.
Y así, positivamente y con la barbacoa encendida llegué a casa con el corazón henchido y lleno de felicidad. La felicidad que dá inhibirse de todo y ser, de nuevo, un chaval.
Hay que multiplicar por menos uno al pensamiento negativo, sea como fuere. Yo lo hago así. Búscate tu el método y el momento, al cabo de un tiempo agradecerás haber leído esto.
Ja!
No hay comentarios:
Publicar un comentario