
Se han quedado sin casa, sin vida pasada.
A empezar de nuevo y sobre terreno seco, donde pisar firme y, sobre todo, quitarse el miedo de mirar al cielo por si la negrura anuncia que los ríos renacen y los aborda la desolación de cañaverales abandonados.
Es cierto que es un hecho histórico y penoso, dificilmente previsible a pesar de todas las técnicas del mundo pero sí hay, permitidme que lo diga aquí, una negligencia y un despreción a la previsión.
Quien cubre la tierra con cemento y edifica debería saber que el agua ya no cala donde calaba y corre hacia abajo buscando su salida y si en su frenética bajada un cañaveral abandonado le hace presa el agua la superará con un estruendo atroz, llevándose por delante, eso, la vida pasada de muchos.
Queridos amigos.
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